Son muchas las voces que se alzan contra el fascismo en esta semana del 20N desde diferentes posiciones. Unas desde las posiciones socialdemócratas y reformistas, explicando que el fascismo es una corriente ideológica que un determinado partido, movimiento o junta militar hace crecer mediante “discursos de odio”, populismo electoral y escuadrismo violento en las calles y que llegado un momento toma el poder electoralmente o mediante golpe de estado. Su solución a esto es defender la democracia (burguesa) que anteponen al fascismo como su opuesto. Es decir su mantra es: frente al fascismo: democracia y su manera de materializarlo es creando frentes democráticos contra ese fascismo que describen. En ese frente amplio cabe todo “demócrata” que no quiera el fascismo sin concretar ni qué es el fascismo ni porque se rechaza y cual es su alternativa.
Nosotros los marxista-leninistas lo analizamos de otra manera.
Lo primero, si bien su definición es correcta, es incompleta, el fascismo es eso pero no solo eso. Como decimos en nuestro programa:
“Respecto a las democracias burguesas del centro imperialista o la semiperiferia creemos que muchas conllevan un proceso de fascistización, ya que entendemos el fascismo no solo como lo definió Dimitrov en sus orígenes, como la dictadura terrorista abierta de los elementos más reaccionarios y chovinistas e imperialistas del capital financiero, sino también como la contrarrevolución permanente desarrollada por el capitalismo en su fase imperialista desarrollada y agonizante. Es decir, entendemos el fascismo no solo como un tipo de Régimen y de ideología, sino también como una herramienta usada por muchos estados burgueses imperialistas en la lucha de clases.”
Es decir, para nosotros fascismo y democracia burguesa no son antagónicos sino que representan la cara y la cruz de una misma moneda que la dictadura del capital y las burguesías usan a su antojo según se necesite un método u otro de dominación para ser más efectivos en su explotación al pueblo trabajador vasco y a la clase obrera en general. Por lo tanto la solución al fascismo no es la democracia sino la revolución socialista. Mientras haya democracia burguesa, esta generará y utilizará al fascismo en todas sus formas para intentar evitar la revolución, la liberación nacional vasca o la simple organización de los obreros para defender lo que les pertenece.
Si bien en el pasado la táctica desarrollada por la III Internacional de frentes populares con la socialdemocracia para frenar ese fenómeno nuevo que desarrollaba la burguesía llamado fascismo, nazismo, nacional-catolicismo o cualquiera de sus formas, creemos fue lo que había que hacer ante ese peligro nuevo inminente y desconocido, hoy en día esa táctica no es factible. Analizando sus aciertos y errores, que los tuvo, esa estrategia hoy está obsoleta y sería errónea.
Aquella socialdemocracia traidora, pero con fuertes y amplias bases obreras de los años 30 del siglo pasado no es la socialdemocracia de hoy que directamente es sostén del fascismo, colaboradora directa aplicando sus leyes fascistas y represivas contra el pueblo y hace de cortafuegos entre los sectores populares antifascistas y el Estado y el fascismo.
La lucha contra el fascismo es la lucha contra el capital que lo financia, contra el estado que lo aplica, contra el imperialismo que lo sostiene y usa. Como decía Bertolt Brecht “Estar contra el fascismo sin estar contra el capitalismo, rebelarse contra la barbarie que nace de la barbarie, equivale a reclamar una parte del ternero y oponerse a sacrificarlo”
Creemos que en EH también el racismo y los nuevos grupos fascistas, algunos impulsando un “identitarismo vasco” están empezando a asomar cabeza y estos deben ser cortados de raíz de forma contundente
Por todo ello solo una lucha antifascista ligada a la lucha contra el imperialismo que lo genera y dispuesta a combatir a la socialdemocracia que lo sostiene será eficaz para el pueblo trabajador vasco.





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