NAIZ-GARA
La criminalización de la lucha antifascista en Euskal Herria está siendo una constante desde distintos sectores. Uno de los argumentos que más se ha visto en las redes por sectores totalmente reaccionarios es que se le respondió al fascismo, pero no se hizo nada ante la agresión grupal que una mujer sufrió en la carpa. Una agresión, que denuncian únicamente porque la hicieron cuatro magrebíes, demostrando claramente el único objetivo de reforzar posiciones racistas. Nunca les hemos importado las mujeres y mucho menos la violencia machista.
Ahora es el mismo argumento el que se usa desde posiciones «feministas» en un artículo publicado en este mismo medio, subrayando que las mujeres no estábamos «liándola» en el Opus porque «estábamos manifestándonos contra la violación múltiple» y preguntándose «¿Dónde estaban ellos?». Con esto señalan que la demostración de fuerza antifascista que tuvo lugar en Iruñea fue un acto de «medirse quién la tiene más grande» y que está totalmente desvinculado de la lucha contra la violencia machista en este caso.
A la violación grupal se le respondió el mismo día de saberse, con decenas de personas, hombres y mujeres, que se concentraron en la NUP. Y parte de esa misma gente fue la que al día siguiente le hizo frente a un fascista, dejando claro que esas ideas no tienen ninguna cabida. Pensar que las mujeres no estuvimos haciendo frente a Vito Quiles y a los fascistas que pretendían tomar la calle, de hecho, es un argumentario totalmente antifeminista que los últimos años se ha usado para quitarles agencia política a muchísimas mujeres comunistas.
El contexto generado esos días en Iruñea dejó clara la necesidad de ambas luchas. Primero, para parar la expansión de ideologías fascistas que afectan a toda la clase trabajadora, y en especial, a colectivos más vulnerables socialmente, como las mujeres. Y segundo, para poner en primera línea el problema estructural de la violencia machista y activar una lucha a nivel de calle, que ayude a tomar posición en contra de la violencia y permita que cada vez más mujeres puedan activarse políticamente.
Estas opiniones, que esencializan el problema como un conflicto entre géneros, no hacen más que deslegitimar el antifascismo, en vez de hablar sobre el auge de las ideologías fascistas y todo lo que ello implica para las mujeres. Dejarlos actuar o pensar que la forma de enfrentarlos se encuentra en un antifascismo parlamentario es fortalecer el brazo ideológico y político que nos golpeará a todas. ¿Acaso no promueve la ultraderecha un modelo de familia patriarcal, se opone al aborto y niega la violencia machista? Combatir su avance no es un juego de hombres, es una necesidad de clase.
La historia nos demuestra que el fascismo se frena con la organización revolucionaria que puede plantar cara con movilización masiva y confrontación, lo que impide que normalicen su presencia. Le pese a quien le pese, es una lucha preventiva de toda la clase trabajadora, incluidas las mujeres.
La lucha antifascista se construye en su proceso. Definirla como una lucha machista per se, lo único que hace es infantilizar a muchísimas mujeres que participan a diario en estas luchas, quitándoles fuerza y credibilidad ante su participación política.





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