Txabi Branka militante antifascista

En los entornos de izquierda no son pocas las voces que califican el espectaculo del fútbol profesional como un deporte alienadór de masas; también en Euskal Herria, donde el fútbol es a buen seguro el deporte hegemónico. No les falta parte de razón pues es evidente que el sistema capitalista a través del fútbol consigue desviar la atención de asuntos sociales y políticos que son primordiales para los intereses de la clase trabajadora. Mucha gente acude a manifestarse de forma más multitudinaria para celebrar títulos de su equipo o para protestar contra la dirección deportiva de su equipo, que para salvar la sanidad o para reclamar nuevos derechos laborales.

Ya desde el Imperio Romano los poderosos se han esforzado en emplear la máxima “pan y circo” que en esencia es lo que constituye el fútbol moderno.

En todo caso, con este artículo no se pretende defenestrar el fútbol señalándolo como la peor de las alineaciones para las masas populares. En nuestras sociedades, donde todo, o casi todo, está mercantilizado, hay gente que disfruta de los espectáculos del fútbol, como hay gente que cada fin de semana disfruta del cine, festivales de música, de salir de fiesta con sus amig@s o acudiendo a otros eventos deportivos que no son hegemónicos, como pueden ser el rugby (ahí tenemos la gran afición que existe en Ipar Euskal Herria), el ciclismo o las carreras automovilísticas-motociclistas. Todas estas actividades sirven de entretenimiento y evasión (tema al que la izquierda alternativa debería de darle una vuelta); además, todas ellas, no solo el fútbol, van acompañadas de un desembolso económico para las personas. Por lo tanto, este texto no es una crítica individualista a lo que cada cual decida hacer con su tiempo libre. De hecho, quien suscribe este artículo es seguidor de los equipos vascos de fútbol.

Es indudable que el fútbol también se convierte en escenario que sirve de altavoz para determinados asuntos de carácter político. El ejemplo más claro ha ocurrido recientemente en el estadio de San Mamés con la denuncia del genocidio que el sionismo lleva a cabo contra el pueblo palestino. Una iniciativa que, empujada por un clamor social, ha sido impulsada incluso por la propia directiva del club rojiblanco. Pero no olvidemos que esa propia directiva no ha movido un solo dedo (o directamente ha colaborado) cuando se ha producido la represión de la Ertzaintza contra aficionados que mostraban en el estadio su solidaridad con el pueblo del Donbass en su lucha y resistencia contra el régimen filonazi ucraniano. A la par, el Athletic ha participado en la propaganda pro-ucraniana que ha desplegado la Liga que dirige el ultraderechista Javier Tebas (exmiembro del partido franquista Fuerza Nueva y declarado votante de VOX).

Lo que se cuestiona aquí es la exclusiva prioridad que en sus vidas dan al fútbol (y a otras actividades lúdicas) muchas personas de clase trabajadora, olvidando que en su condición de explotados debería de haber otras prioridades, como acudir, por ejemplo, a cualquier tipo de manifestación en defensa de derechos sociales-políticos.

En el siglo XIX el teorico comunista aleman Karl Marx se referia al «opio del pueblo» para referirse a la religion, pero a buen seguro que hoy en dia podria aplicar esa definición para el futbol moderno y otros deportes de masas como pueden ser son el basket (NBA) y el rugby americano (NFL) en los Estados Unidos de America. Estas fueron en concreto sus palabras respecto a la religión:

“La miseria religiosa es a la vez la expresión de la miseria real y la protesta contra la miseria real. La religión es el suspiro de la criatura oprimida, el sentimiento de un mundo sin corazón, así como el espíritu de una situación sin alma. Es el opio del pueblo. Se necesita la abolición de la religión entendida como felicidad ilusoria del pueblo para que pueda darse su felicidad real. La exigencia de renunciar a las ilusiones sobre su condición es la exigencia de renunciar a una condición que necesita de ilusiones. La crítica a la religión es, por tanto, en germen, la crítica del valle de lágrimas, cuyo halo lo constituye la religión”

Contextualizándolas en el siglo XIX, estas palabras de Marx hacen una crítica a la religión como el producto social que desvía la atención de las masas trabajadoras; en definitiva, la promesa de una vida en el más allá que compensaría las penurias sufridas en la vida terrenal. Lo dicho por el viejo comunista conecta directamente con la pasión desenfrenada e irracional con la que vive muchísima gente el fútbol, haciendo para ellos este deporte un «opio».

Por tanto, estamos de acuerdo de que en Euskal Herria, ahora que parece que los partidos de la izquierda alternativa despliegan buena parte de sus esfuerzos por la via parlamentaria, urge seguir trabajando el contrapoder popular e ir recuperando comportamientos sociales que nos permitan seguir avanzando en la conquista de derechos. De la misma manera, en estos tiempos de descarada ola reaccionaria, urge seguir fortaleciendo el movimiento antifascista en las calles asi como en los estadios de futbol para mantener a raya y alejar de nuestro ocio a las masas indeseadas de fascistas con el fin disfrutar de nuestro tiempo libre sin temor a la violencia ultra. Este es un aspecto que tiene que asumir la clase trabajadora, en el mismo sentido que hace varias decadas las masas obreras vascas (y las de otros lugares) tuvieron que conquistar por ejemplo la reducción del número de horas laborales y las subidas salariales.

En 2018 Sare Antifaxista publicaba el libro Tesis contra el fascismo (2005-2018) escrito por Iñaki Gil de San Vicente. Han pasado 7 años desde entonces pero lo que el pensador marxista donostiarra apuntaba en la obra puede considerarse de plena vigencia. Segun Gilo, cuatro dinamicas agudizan en la actualidad las fuerzas impulsoras de lo que genericamente llamamos fascismo:

1) la decadencia de Occidente
2) la Tercera Gran Depresión iniciada en 2007
3) la crisis socioecológica y de recursos naturales vitales que llevan consigo la agudización del imperialismo
4) la extrema polarización antagónica entre la inconmensurable riqueza de una ínfima gran burguesía y la sobreexplotación de una gigantesca fuerza social del trabajo cada vez mas empobrecida. En medio de esta tenaza las mal llamadas clases medias y pequeñas burguesías tan proclives al desconcierto y tendencias irracionales.

Por temas de espacio no podemos explayarnos en analizar lo que cuenta Gilo en la obra, la cual recomendamos, pero en resumidas cuentas viene a alertar que en las anteriores dos Grandes Depresiones, la de 1873 y la iniciada en 1929, la burguesía busco como salida a esas grandes crisis económicas la militarización industrial e imperialista en la primera, y el nazismo,fascismo, franquismo etc. en la segunda.

Lanzamos la pregunta de si ¿es en la actualidad la salida elegida a la crisis por las élites económicas la opción (neo)fascista del nacional-populismo de Trump, Milei, Le Pen, AfD en Alemania o de un Vox que «arrastra» al PP?

En este sentido, en un contexto en el que, entre otros cambios capitalistas, el turismo y el deporte alienador de masas se presentan como los puntales de la rentabilidad para el sistema como apunta Gilo, para el (neo)fascismo la industria del futbol es solo «un medio de engorde y de difusion mundial de sus objetivos» a lo que añadiria es tambien un instrumento para extender el terror y la violencia contra las masas populares. Recordemos varios ejemplos de ello.

El 22 de febrero de 2018, con la escusa de un partido de futbol del torneo continental Europe League entre el Atheltic de Bilbao y el Spartak de Moscu, aproximadamente un centenar de fascistas rusos actuaron en el barrio de Indautxu y en las cercanias del campo de San Mames provocando violentamente al pueblo bilbaino.

Sabedores de la posible llegada de estos ultraderechistas rusos (y de su peligrosidad debido a su formación paramilitar) y de la necesidad de activar a los antifascistas, Herri Norte Taldea (HNT), Sare Antifaxista y Euskal Herria-Donbass Elkartasun Komitea organizaron para los días previos y el mismo día del partido movilizaciones que reunieron a varios miles de personas. Una filtración confirmo a los antifascistas que los fascistas rusos efectivamente tenían previsto venir a Bilbao dispuestos a atacar aficionados rojiblancos y a algún determinado bar que sirve de punto de encuentro de una peña rojiblanca de izquierdas y antifascista.

El mismo día 22, antes del partido, estaba prevista una movilización antifascista en las inmediaciones del estadio del Athletic, pero los cuerpos represivos de la Ertzaintza desplegaron un operativo para retener e identificar a varias decenas de miembros de HNT que acudían desde el barrio Olabeaga con todo el material necesario para poder celebrarse la concentración. La represión dio al traste con la movilización contra el fascismo y obligó a desperdigarse por las inmediaciones del estadio a centenares de antifascistas.

Casi al mismo tiempo, testigos de los hechos relataron como tras la kalejira de aficionados del Spartak por la Gran Via de la capital bizkaitarra, el centenar de fascistas rusos antes mencionados aparecieron en el Parque de Doña Casilda en formación paramilitar y usando al parecer mapas de la zona así como pinganillos para comunicarse, lanzando algun grito y realizando algunos saludos romanos, para subir por la calle Doctor Areilza de Indautxu hasta la altura de la calle Licenciado Poza donde agredieron a varias personas (entre ellas una chica muy joven) todo ello ante la sorpresa de cientos de aficionados rojiblancos. De allí se dirigieron al parecer divididos en varios grupos para atacar en la calle Sabino Arana a la afición antifascista rojiblanca que ejerció una legitima autodefensa desatándose una batalla campal. La violencia fascista fue tan organizada que provoco una tensión extrema que incluso desbordo a la Brigada Movíl de la Ertzaintza, a raíz de la cual falleció de un ataque al corazón el beltza Inocencio Alonso Garcia.

Como era de esperar, en los días posteriores, gran parte de los políticos profesionales se apresuraron a condenar los hechos (ocultando la responsabilidad de los fascistas rusos que la Ertzaintza no pudo o ¿no quiso? controlar y detener), señalando y criminalizando a los antifascistas de HNT. Desgraciadamente, tampoco faltaron algunas voces de personas de cierta referencia del movimiento popular que tacharon los incidentes de una cosa de hombres poco menos que inflados de testosterona. Ver para creer.

A finales de enero de 2025, unos 30 aficionados de la Real Sociedad desplazados dias antes a Roma y que estaban siendo controlados por la policia fueron atacados por sorpresa en una terraza de la ciudad por unos 100 (neo)fascistas vestidos de negro pertenecientes a la peña Ultra Lazio. Segun parece para la agresión, que fue muy violenta, a los (neo)fascistas italianos les ayudaron ultras del Frente Bokeron del Malaga F.C. Nueve aficionados del equipo vasco tuvieron que acudir a un hospital con heridas de arma blanca dos de los cuales quedaron hospitalizarlos en estado grave, uno con 13 puñaladas y el otro con un pulmón perforado por lo que tuvieron que operarle. Según parece un tercer vasco recibió una puñalada en el hígado pero sin consecuencias.

Los (neo)fascistas italianos debían de ser experimentados en el uso de armas blancas por lo que sabían donde clavar los filos y midieron mucho la acción para no causar una tragedia de muy graves consecuencias. Ademas según parece los ultras italianos neutralizaron a una serie de aficionados realzales y les marcaron con las navajas o cuchillos en la cabeza en señal de que les perdonaban la vida. Crónicas del suceso, como por ejemplo el realizado por la cadena SER, informaron que el ataque fue propio de las squadras fascistas de las camisas negras (milicias) en época de Mussolini por lo que la sensación era la de haber retrocedido en el tiempo hasta la década de los veinte del siglo pasado.

Un tercer suceso relacionado con ataques de peñas (neo)fascistas ocurrio tambien este año (en la temporada pasada) en Gasteiz cuando decenas de fascistas del Frente Atletico (la afición ultraderechista del Atletico de Madrid) aparecieron por sorpresa en una zona donde se suelen juntar aficionados del Alaves. Casualmente la zona estaba semivacia y la Ertzaintza termino neutralizando a los (neo)fascistas a los que sin embargo les dio tiempo para provocar algunos incidentes.

Cualquier aficionado vasco al futbol sabe que las visitas fascistas a los estadios de Hego Euskal Herria llevan decadas siendo una constante; podria decirse que en el 95% de las veces estas visitas son escoltadas por las fuerzas represivas. Lo mismo las agresiones a aficionados vascos en sus visitas a Valencia, Madrid, Sevilla… Recordamos a Aitor Zabaleta.

Los trabajos del historiador Carles Viñas, que ha estudiado a fondo a la ultraderecha y el fenémeno del fútbol (del que es un gran apasionado), nos recuerdan la importancia de que el antifascismo se organice también en los estadios de fútbol. Como se ha expuesto mas arriba con los tres ejemplos que nos han involucrado a l@s aficionad@s vascos, es evidente de que existe una estrategia fascista para con el fútbol.

Esta cuestión de necesidad, lo ilustra a las claras el aforismo del ensayista valenciano Joan Fuster: «Toda política que no hagamos nosotros sera hecha contra nosotros».

Los estadios y toda la liturgia que envuelve al mundo del fútbol son «una barricada más», espacios de socialización, de politización y de propaganda que, en mayor o menor medida, mejor o peor han visibilizado un frente de batalla contra la extrema derecha desde el momento en que esta se dio cuenta del filón que, para extender su mensaje, es todo el movimiento que se genera en torno al espectáculo de este deporte profesional. De esta manera, en muchos países como en el Estado español, donde el fútbol es hegemónico o arrastra grandes masas de aficionados, las gradas de los estadios se han caracterizado por su politización.

En el Estado español, a finales de los ochenta, en las gradas de los estadios de fútbol comenzaron a proliferar ultraderechistas, más concretamente de ideología neonazi. Miles de jóvenes, en buena parte de todo el Estado, con la salvedad de Euskal Herria (aunque en la Real hubo, a finales de los 80, un conato de establecer una peña ultraderechista en las gradas de la antigua Atotxa), se sintieron seducidos por el ambiente de impunidad con el que los ultras se movían en los entornos futbolísticos de los estadios y toda la liturgia que allí se generaba. El motivo principal de esta atracción se debió a una necesidad vital de ser parte de algo, pero también por el hecho de sentirse respetados entre la masa de gente, ejerciendo el poder desde una agrupación ultra. Pese a que muchos de aquellos jóvenes carecían de aspiraciones políticas, se vieron envueltos en la política que se ejercía bajo la dirección de los ultraderechistas y neonazis, basada no en un compromiso activista para hacer frente a problemas sociales, sino en la simple transgresión juvenil, en muchas ocasiones, tan solo para ejercer violencia gratuita contra hinchadas rivales, especialmente las vascas y las que tenían un componente de izquierdas.

Este desembarco fascista en las gradas de futbol lo explica asi Carles Viñas:

«Durante el franquismo, la izquierda asocio el futbol a una herramienta del régimen, como el «opio del pueblo». La izquierda se desentiende del futbol, lo abandona, lo desprecia desde el punto de vista militante e intelectual. Asi fue como los años ochenta, como no ocupó ese espacio, llego la extrema derecha y la ocupó. Esa ultraderecha que no tenia ninguna visivilidad a nivel institucional se empieza a hacer visible en los campos de futbol. (…) Aunque al principio todo era muy confuso y en las gradas coincidian punkis, neonazis y gente de todo tipo. Fue al final de los ochenta cuando se empezaron a marcar ya definitivamente en una u otra ideologia. Fue sobre todo con la irrupción del fenomeno skinhead.»

En los noventa, peñas ultraderechistas como Ultra Sur (Real Madrid), Frente Atlético (Atlético de Madrid) o los Yomus (Valencia F.C.), Brigadas Blanquiazules (RCD Espanyol), Ultra Boys (Sporting de Gijón), Supporters Sur (Real Betis), Ultras Violetas (Real Valladolid), Ligallo Fondo Norte (Real Zaragoza) o los Ultras Azules (Real Oviedo) contaban con el beneplácito de los clubes para ejercer su control en las gradas. Estos clubes cedían a estas peñas fascistas (bastante numerosas) instalaciones en los estadios para que guardaran sus materiales y pudieran hacer las pancartas que mostraban en los partidos; incluso las cantidades de entradas que regalaban las directivas de los equipos de fútbol a estas peñas fascistas se convirtieron en un negocio por la reventa, pero los dirigentes de los clubes hacían la vista gorda. Todo ello se ejercía públicamente y en un contexto de normalidad, ya que ambas partes (ultraderecha y directivas) confluían en intereses. Además, en muchas ocasiones, los clubes utilizaban a las peñas ultras para silenciar las críticas y protestas de los aficionados contra la gestión de las directivas. El binomio burguesía-fascismo.

Por su parte, la violencia de los ultras cogió mucha intensidad en los noventa, y entre los objetivos prioritarios de los fascistas estaban (y siguen estando) las hinchadas de otros equipos antifascistas, catalanes, vascos, gallegos o de izquierda, como las aficiones del Athletic, Osasuna, Rayo Vallecano o el Deportivo de La Coruña. Casi tres décadas después, las peñas ultraderechistas siguen siendo una realidad y continúan siendo evidentes los vasos comunicantes que mantienen a lo largo del tiempo con partidos neofascistas como Democracia Nacional (DN) o el desaparecido Movimiento Social Republicano (MSR). Más aún, el Frente Atlético y Ultras Sur estuvieron detrás de la organización de agrupaciones neonazis, como explica Carles Viñas en su trabajo «Fútbol y extrema derecha»:

«Los dos grupos optaron por formar parte de las dos organizaciones más destacadas del movimiento neonazi español hasta su desarticulación por parte de las fuerzas del orden: Hammer Skins España (HSE) y Blood & Honour España (BHE). La primera estaba dominada por Ultras Sur junto a las Brigadas Blanquiazules, con las que mantenían un hermanamiento, mientras la segunda era capitalizada por los radicales neonazis atléticos. Todo esto cambió con la aparición de Hogar Social Madrid (HSM), que trató de lograr, y consiguió en buena medida, una confluencia que obviara la precedente rivalidad deportiva. Pese a ello, las disputas internas por el liderazgo en el seno de Ultras Sur han provocado diversos enfrentamientos entre las dos facciones, ambas integradas por radicales neonazis con un largo historial de antecedentes judiciales, que pugnan por controlar el grupo. Alguno de ellos incluso ha llegado a esgrimir una pistola contra un hincha rival.»

Otro aspecto a destacar es la evolución de algunos núcleos de dichas hinchadas hacia prácticas de crimen organizado y es que diversos grupos de hinchas neonazis se han visto involucrados en tramas delictivas vinculadas con el narcotráfico, la extorsión o la venta de objetos robados, una relación que les ha servido para financiar sus actividades y desplazamientos. A algunos incluso se les ha asociado con bandas de moteros como los Hells Angels (Ángeles del Infierno), calificados por la justicia norteamericana como una organización criminal.

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