*Carmen Parejo
Si en el siglo XX el enemigo central era el judío, hoy lo es el musulmán.
El mecanismo es el mismo. Deshumanizar, presentando a ese “otro” como atrasado, violento o incapaz de «integrarse»; homogeneizar, borrando la diversidad interna y reduciendo a millones de personas a un único estereotipo; inventar un peligro existencial, alimentando la idea de que “invaden”, “destruyen la cultura” o “amenazan nuestra seguridad”; y, finalmente, usar políticamente el miedo para canalizar la frustración social contra un enemigo que no cuestiona el poder real.
Cada país adapta esta fórmula a su historia. Por ejemplo, en España, se sostiene con la mitología -sin rigor histórico- de la llamada “Reconquista” y la presencia lógica (por cercanía geográfica) de migrantes del norte de África. En Francia, con la herida colonial de la guerra de independencia de Argelia, todavía agitada por los sectores más reaccionarios. En Estados Unidos, con décadas de guerras en Oriente Medio que han convertido a los pueblos musulmanes en un “enemigo eterno” que justifica tanto políticas internas represivas como intervenciones militares en el exterior. Desde Guantanamo hasta la invasión de Irak o el reciente bombardeo en Irán.
Esto no es una defensa de ninguna religión. No defiendo ni la cristiana ni ninguna otra. Se trata de señalar la evidencia y, sobre todo, advertir de las similitudes -pese a las diferencias históricas- entre el fascismo de los años treinta y estas corrientes neofascistas o cómo les queramos llamar (eso es lo de menos, de momento).
Lo importante es señalar que el patrón sigue siendo el mismo: unificar en el odio para ocultar las verdaderas causas de la crisis y blindar a la oligarquía capitalista.
E insisto, incluyo en estos movimientos también a los que no se dicen ni siquiera de «derechas», o que se venden a sí mismos incluso como «comunistas», pero que defienden esto mismo. Si defiendes esto, o no tienes capacidad para ver cosas evidentes, o claro que la tienes, pero estás de acuerdo, o lo usas porque eres tan oportunista que te dan exactamente igual las consecuencias.





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