*Extracto del libro de Miquel Ramos «ANTIFASCISTAS. Así se combatió a la EXTREMA DERECHA española desde los años 90» (Editorial Capitan Swing)

Los sectarismos han estado presentes a lo largo de toda la historia del antifascismo. Muchos militantes históricos de la izquierda radical y del antifascismo entrevistados para este libro coinciden en que es un error perder el tiempo en batallas internas que no llevan a ninguna parte mientras los fascistas se adueñan de las calles y llegan a las instituciones. Algunas actitudes se repiten ciclicamente y muy a menudo entorpecen asambleas, proyectos e incluso campañas que podrían haber sumado esfuerzos ante un problema compartido. Asambleas en las que incluso se mezclaban asuntos personales con asuntos políticos ahuyentaban a aquellos que habían acudido de buena fe a sumarse a la campaña contra la extrema derecha.

En 2019 me ofrecieron escribir el prologo para el libro «Com combatre el feixismo i vencer» (Trigre de Paper, 2019), que recopila textos de la diputada comunista y feminista alemana Clara Zetkin antes de la segunda guerra mundial y durante la irrupción del nazismo. Su interpretación del contexto me pareció brillante e intente traer algunas claves del presente con un texto titulado «Per no tornar a perdre» («para no volver a perder»)

A finales de los años veinte del pasado siglo, mientras parte de los compañeros comunistas de Zetkin pensaban que el nazismo caería por su propio peso y que la clase trabajadora se daría cuenta del engaño, ella siguió defendiendo ese frente común incluso con los socialdemócratas, a pesar del papel que habían jugado en la muerte de su compañera Rosa Luxemburgo. Un frente común, una batalla política en las instituciones y una organización contundente de la autodefensa frente a los fascistas. Por todos los medios. El partido no le hizo caso, pero ella mantuvo esas convicciones, aunque siempre asumió con absoluta disciplina las ordenes del partido.

Hay que leer los textos clásicos, porque ofrecen muchas claves sobre como funciona el fascismo; pero no son textos sagrados y hay que interpretarlos en su contexto e intentar traer aquellas enseñanzas al presente. A menudo, querer encajar relatos y contextos de hace un siglo al presente nos aleja de realizar un análisis certero y adecuado a la actualidad, obviando las transformaciones sociales de todos estos años.

Las experiencias unitarias han demostrado que a la larga estas sinergias tejen complicidades y suman esfuerzos e ideas que traspasan los matices. Hoy, ante el auge y la normalización de Vox y sus ideas, el antifascismo ha vuelto a ser un punto de encuentro para personas de muy distintos ámbitos, incluso mas allá de la izquierda radical. Karvala explica en su texto:

«No hay que contraponer la organización de la izquierda anti-capitalista y la construcción de un movimiento amplio contra el fascismo. La propia experiencia de la lucha unitaria, y la contribución que ha ella hace la gente anti-capitalista organizada, es la mejor manera de demostrar en la practica el valor de la opcion revolucionaria. Por otro lado, la fuerza del movimiento antifascista proviene en parte de la presencia en su seno de una izquierda anti-capitalista organizada, capaz de presentar propuestas e impulsar el trabajo de base.»

Este mismo debate ha tenido lugar practicamente en todos los países en los que ha habido antifascismo organizado. El historiador norteamericano Mark Bray, autor del libro «Antifa (Capitan Swing, 2019), entrevisto a militantes de diversos colectivos y plataformas antifascistas de varios países, y todos ellos se referían a este conflicto interno. En Alemania, Suecia, Dinamarca, Estados Unidos y el mismo Estado español, ha habido plataformas amplias, circunstanciales, algunas mas duraderas que otras, que no solo han servido para poner en contacto a militantes de diferentes ámbitos, sino a estos con la sociedad, a menudo alejada de estos conflictos hasta que los neo-nazis y fascistas aparecen en su barrio o en su ciudad. A menudo, el antifascismo ha proporcionado conocimiento y herramientas a otros colectivos para que prestasen atención a la amenaza de la extrema derecha. Otras veces, los propios antifascistas son quienes han conocido realidades distintas a las que estaban acostumbrados y han establecido vínculos con unos mínimos objetivos comunes que han servido para esta y muchas otras luchas.

Cada contexto, cada época y cada ocasión es particular y tiene sus propias características, por lo que no siempre funciona la misma estrategia. No se puede combatir una victoria electoral de la extrema derecha con una manifestación de un bloque negro. Ni se puede parar una cacería nazi con una batucada. Ni todos los militantes y simpatizantes están dispuestos a todo. Sin embargo, todas y todos son necesarios en distintos frentes. Con un símil deportivo que oí en una charla a un militante antifascista, no puedes ir a jugar a un partido de fútbol con once delanteros ni con once porteros. Necesitas toda la plantilla.

Ante diversos escenarios, se requieren diferentes actuaciones. Y quienes sufrían el problema han planteado todas las opciones como necesarias en un momento u otro. A lo largo de este libro se explican diferentes experiencias que han contribuido de una u otra manera a plantar cara a la extrema derecha; con mayor o menor éxito, idoneidad o acierto, pero con la firme voluntad de hacer algo y no mirar hacia otro lado.

Sin embargo, la batalla del antifascismo no es solo contra los neo-nazis del barrio o el partido de extrema derecha de turno, sino también contra la infección que suponen estas ideas mas allá de sus entornos y las condiciones materiales que hacen que el veneno se contagie. Por eso, que la estrategia antifascista se base únicamente en responder a las acciones de las organizaciones de extrema derecha es obviar otros importantes frentes de batalla, quizás incluso de los mas importantes, como son los mas cercanos: el barrio, la escuela, la universidad, el centro de trabajo y cualquier otro espacio.

Este libro intenta narrar algunas de las diferentes luchas organizadas contra la extrema derecha en un periodo concreto de nuestra historia reciente, pero no obvia el trabajo realizado por multitud de personas ajenas a los colectivos autodenominados antifascistas e incluso a los movimientos sociales. Hay una importante labor del profesorado en los centros de educación, de sindicatos, ONG, organizaciones vecinales e incluso instituciones que han contribuido con sus políticas a frenar cualquier intento de infiltración o contaminación por parte de la extrema derecha, así como personas que a título individual han aportado su grano de arena o han dado la cara cuando tocaba. Aunque no se autodenominen antifascistas ni sean los protagonistas de este libro, su labor también es crucial en esta defensa colectiva de los derechos humanos que contribuye frenar a la extrema derecha.

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